DISFRUTA LA MENTE - OSHO
No trates de detener a la mente. Es una parte natural de ti; enloquecerás si tratas de detenerla. Sería como un árbol tratando de impedir que le crecieran hojas; las hojas son naturales para él.
Entonces, el primer consejo: no trates de detener tu pensamiento; está perfectamente bien.
El segundo consejo: el solo hecho de no detenerla no es suficiente; hay que disfrutarla. ¡Juega con ella! Es hermoso. Jugando con ella, disfrutándola, dándole la bienvenida, comenzarás a estar más alerta, más al tanto de ella. Esta toma de consciencia llegará de una manera muy indirecta; no será un esfuerzo por tomar consciencia. Cuando tratas de tomar consciencia, la mente te distrae y te molesta con ella. Sientes que es una mente que se la pasa parloteando constantemente, quieres estar en silencio y no te lo permite, así que comienzas a sentir a la mente como un enemigo.
Eso no es positivo; es dividirte en dos. Entonces tú y la mente se vuelven dos y surge el conflicto y las fricciones. Y toda fricción es suicida porque es perder energía sin necesidad. No tenemos tanta energía como para desperdiciarla en pelear contra nosotros mismos. Esa energía debe usarse para la alegría.
Por ello, comienza a disfrutar el proceso del pensamiento. Sólo observa los matices de los pensamientos, los giros que toman, cómo una cosa lleva a la otra, cómo se enganchan unos con otros. ¡Es un verdadero milagro que observar! Un pequeño pensamiento puede llevarte al final más alejado, y si observas no verás ninguna relación entre uno y otro.
Disfrútala, deja que se convierta en un juego; juégalo deliberadamente. Te sorprenderás: a veces sólo disfrutándolo encontrarás pautas hermosas. De repente encontrarás que un perro está ladrando y no está surgiendo nada en tu mente, no origina ninguna cadena de pensamientos. El perro sigue ladrando y sigues escuchando y no surge pensamiento. Surgirán pequeñas discontinuidades… pero no tendrán futuro. Llegan por sí solas y cuando vienen son hermosas. Y justo en esos pequeños huecos empezarás a observar al observador, pero eso será natural. Nuevamente empezarán los pensamientos y los disfrutarás. Hazlo con tranquilidad, tómalo con calma. La consciencia llegará a ti pero llegará indirectamente.
Observar, disfrutar, dejar a los pensamientos jugar su papel, es tan hermoso como ver al mar con sus millones de olas. La mente también es un mar y los pensamientos son olas. No obstante, la gente va y disfruta de las olas del océano pero no disfruta de las olas de su consciencia.
Transforma la mente
Siempre que quieras cambiar un patrón de la mente que se ha convertido en un hábito duradero, la respiración es lo mejor. Todos los hábitos mentales están asociados con el patrón de respiración. Cambia el patrón de respiración y la mente cambiará inmediatamente, instantáneamente. ¡Inténtalo!
Siempre que observes que esté surgiendo en ti un juicio y que estés cayendo en un viejo hábito, exhala inmediatamente, como si estuvieras tirando el juicio con la exhalación. Exhala profundamente, jalando el estómago y, conforme sacas el aire, siente o visualiza cómo todo el juicio está siendo expelido. Después inhala profundamente dos o tres veces. Simplemente ve qué pasa. Sentirás una frescura completa; el viejo hábito no habrá logrado tomar posesión.
Cuando quieras absorber algo, empieza con la inhalación; cuando quieras deshacerte de algo, comienza con la exhalación.
Sólo mira la manera inmediata en que es afectada la mente. Inmediatamente verás que ésta se ha movido a otro lugar; ha llegado una nueva brisa. No te encuentras en la vieja rutina así que no repetirás el viejo hábito. Esto sucede con todos los hábitos. Por ejemplo, si fumas y sientes la necesidad de fumar pero no quieres, inmediatamente exhala profundamente y expele la necesidad. Respira profundamente y verás que la necesidad ha desaparecido de manera inmediata. Ésta puede convertirse en una herramienta sumamente importante para el cambio interno.
Canta “Aum” (OM)
Cuando sientas demasiada perturbación alrededor o que tu mente está demasiado distraída, simplemente canta “Aum”. Toma la costumbre de al menos veinte minutos por la mañana y veinte minutos por la noche de sentarte en silencio en una postura cómoda y, con los ojos semiabiertos, simplemente mira hacia abajo. La respiración debe ser lenta y el cuerpo no debe moverse. Empieza a cantar “aum” en tu interior; no hay necesidad de decirlo en voz alta. Será más penetrante con los labios cerrados; ni siquiera la lengua debe moverse. Repite “aum” rápidamente: “aum, aum, aum”… rápida y fuertemente pero dentro de ti. Sólo siente que está vibrando por todo el cuerpo: de los pies a la cabeza, de la cabeza a los pies.
Cada “Aum” cae en tu consciencia como una roca echada a un pozo. Surgen pequeñas olas y se distribuyen por todos lados. Las olas continúan expandiéndose y tocan todo el cuerpo. Al hacer esto habrá momentos, (y serán los momentos más hermosos), en los que no estarás repitiendo nada y todo se habrá detenido. De repente te darás cuenta de que no estás cantando y que todo se ha detenido. Disfrútalo. Si empiezan a llegar pensamientos comienza nuevamente a cantar.
Cuando lo hagas de noche, hazlo al menos dos horas antes de acostarte. Si en cambio lo haces justo antes de ir a la cama no podrás dormirte porque te habrá refrescado de tal manera que no tendrás sueño. Sentirás como si fuera de mañana y hubieras descansado bien, así que no tendrá sentido dormir.
Puedes hacerlo rápido, o bien encontrar tu propio paso. Después de dos o tres días encontrarás el ritmo que se acomode a ti. A algunas personas les sienta bien hacerlo muy rápido, “aum, aum, aum”, casi solapándose. A otros les acomoda hacerlo muy despacio. Depende de ti. Hazlo de la manera que más te guste.
Entonces, el primer consejo: no trates de detener tu pensamiento; está perfectamente bien.
El segundo consejo: el solo hecho de no detenerla no es suficiente; hay que disfrutarla. ¡Juega con ella! Es hermoso. Jugando con ella, disfrutándola, dándole la bienvenida, comenzarás a estar más alerta, más al tanto de ella. Esta toma de consciencia llegará de una manera muy indirecta; no será un esfuerzo por tomar consciencia. Cuando tratas de tomar consciencia, la mente te distrae y te molesta con ella. Sientes que es una mente que se la pasa parloteando constantemente, quieres estar en silencio y no te lo permite, así que comienzas a sentir a la mente como un enemigo.
Eso no es positivo; es dividirte en dos. Entonces tú y la mente se vuelven dos y surge el conflicto y las fricciones. Y toda fricción es suicida porque es perder energía sin necesidad. No tenemos tanta energía como para desperdiciarla en pelear contra nosotros mismos. Esa energía debe usarse para la alegría.
Por ello, comienza a disfrutar el proceso del pensamiento. Sólo observa los matices de los pensamientos, los giros que toman, cómo una cosa lleva a la otra, cómo se enganchan unos con otros. ¡Es un verdadero milagro que observar! Un pequeño pensamiento puede llevarte al final más alejado, y si observas no verás ninguna relación entre uno y otro.
Disfrútala, deja que se convierta en un juego; juégalo deliberadamente. Te sorprenderás: a veces sólo disfrutándolo encontrarás pautas hermosas. De repente encontrarás que un perro está ladrando y no está surgiendo nada en tu mente, no origina ninguna cadena de pensamientos. El perro sigue ladrando y sigues escuchando y no surge pensamiento. Surgirán pequeñas discontinuidades… pero no tendrán futuro. Llegan por sí solas y cuando vienen son hermosas. Y justo en esos pequeños huecos empezarás a observar al observador, pero eso será natural. Nuevamente empezarán los pensamientos y los disfrutarás. Hazlo con tranquilidad, tómalo con calma. La consciencia llegará a ti pero llegará indirectamente.
Observar, disfrutar, dejar a los pensamientos jugar su papel, es tan hermoso como ver al mar con sus millones de olas. La mente también es un mar y los pensamientos son olas. No obstante, la gente va y disfruta de las olas del océano pero no disfruta de las olas de su consciencia.
Transforma la mente
Siempre que quieras cambiar un patrón de la mente que se ha convertido en un hábito duradero, la respiración es lo mejor. Todos los hábitos mentales están asociados con el patrón de respiración. Cambia el patrón de respiración y la mente cambiará inmediatamente, instantáneamente. ¡Inténtalo!
Siempre que observes que esté surgiendo en ti un juicio y que estés cayendo en un viejo hábito, exhala inmediatamente, como si estuvieras tirando el juicio con la exhalación. Exhala profundamente, jalando el estómago y, conforme sacas el aire, siente o visualiza cómo todo el juicio está siendo expelido. Después inhala profundamente dos o tres veces. Simplemente ve qué pasa. Sentirás una frescura completa; el viejo hábito no habrá logrado tomar posesión.
Cuando quieras absorber algo, empieza con la inhalación; cuando quieras deshacerte de algo, comienza con la exhalación.
Sólo mira la manera inmediata en que es afectada la mente. Inmediatamente verás que ésta se ha movido a otro lugar; ha llegado una nueva brisa. No te encuentras en la vieja rutina así que no repetirás el viejo hábito. Esto sucede con todos los hábitos. Por ejemplo, si fumas y sientes la necesidad de fumar pero no quieres, inmediatamente exhala profundamente y expele la necesidad. Respira profundamente y verás que la necesidad ha desaparecido de manera inmediata. Ésta puede convertirse en una herramienta sumamente importante para el cambio interno.
Canta “Aum” (OM)
Cuando sientas demasiada perturbación alrededor o que tu mente está demasiado distraída, simplemente canta “Aum”. Toma la costumbre de al menos veinte minutos por la mañana y veinte minutos por la noche de sentarte en silencio en una postura cómoda y, con los ojos semiabiertos, simplemente mira hacia abajo. La respiración debe ser lenta y el cuerpo no debe moverse. Empieza a cantar “aum” en tu interior; no hay necesidad de decirlo en voz alta. Será más penetrante con los labios cerrados; ni siquiera la lengua debe moverse. Repite “aum” rápidamente: “aum, aum, aum”… rápida y fuertemente pero dentro de ti. Sólo siente que está vibrando por todo el cuerpo: de los pies a la cabeza, de la cabeza a los pies.
Cada “Aum” cae en tu consciencia como una roca echada a un pozo. Surgen pequeñas olas y se distribuyen por todos lados. Las olas continúan expandiéndose y tocan todo el cuerpo. Al hacer esto habrá momentos, (y serán los momentos más hermosos), en los que no estarás repitiendo nada y todo se habrá detenido. De repente te darás cuenta de que no estás cantando y que todo se ha detenido. Disfrútalo. Si empiezan a llegar pensamientos comienza nuevamente a cantar.
Cuando lo hagas de noche, hazlo al menos dos horas antes de acostarte. Si en cambio lo haces justo antes de ir a la cama no podrás dormirte porque te habrá refrescado de tal manera que no tendrás sueño. Sentirás como si fuera de mañana y hubieras descansado bien, así que no tendrá sentido dormir.
Puedes hacerlo rápido, o bien encontrar tu propio paso. Después de dos o tres días encontrarás el ritmo que se acomode a ti. A algunas personas les sienta bien hacerlo muy rápido, “aum, aum, aum”, casi solapándose. A otros les acomoda hacerlo muy despacio. Depende de ti. Hazlo de la manera que más te guste.
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